Una preciosa edición de esta obra que nos
trae nuestra infancia al club de lectura Escuela de Mandarines.
El Camino, un libro que es fácil
haber leído en el colegio o en el instituto y con el que he vuelto a disfrutar,
posiblemente mucho más. Más porque hay más de una forma de disfrutarlo, una con
esa historia de Daniel el Mochuelo, de sus amigos, de familia, de sus vecinos,
una historia sencilla y profunda a la vez. Otra, recordando historias contadas
de un pasado vivido a través de ellas, de un pasado vivido por seres queridos
que forman parte de lo que somos. Otra, por traernos esos momentos en la vida
de una persona que son tan determinantes, un presente eterno que se transforma
en pasado por la llegada de un futuro incierto. Otra más, valores de un pasado
que no han superado el paso del tiempo.
Daniel el Mochuelo, un niño de
un pequeño pueblo de Castilla que a la mañana siguiente empezará, por decisión
de su padre, una nueva vida en la ciudad, una nueva vida que se supone que le
hará tener un mejor futuro. Y su última noche en el valle le trae a la memoria historias
de esa vida que deja atrás, de esa vida que para él ha sido tan buena, de su
familia, de sus amigos, de esa vida que quiere que siga igual. Escenas
divertidas, escenas duras, escenas curiosas, en definitiva, una vida de 11 años
en la España de los 50.
Es uno de mis libros favoritos y sin duda, mi preferido del autor. Lo descubrí como lectura escolar y lo he releído ya adulta. Me gusta el estilo y la sobriedad que ahora son tan alabados en los nuevos talentos literarios
ResponderEliminarBesos
Leer a Delibes es siempre una delicia. Siempre tienes varias formas de disfrutar: con la historia, con las mismas palabras y, en esta ocasión y en mi caso, con un tiempo que siempre nos pintan de gris y oscuro, que lo fue seguramente, pero que también tiene historias entrañables, historias de mi memoria no vivida. Un abrazo.
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