Extraños en un tren es una novela que siempre
recomiendo, también en otras versiones como la película de Hitchcock o la versión
sonora de RNE. Así que me animé con otra de sus novelas, Crímenes
imaginarios. Una novela donde también esta autora juega con la mente, ¿los
pensamientos llegan a convertirse en hechos? Nos encontramos en Inglaterra y
como protagonistas un matrimonio de artistas, ella pintora, él guionista de
series de televisión y novelista. Ella británica, él estadounidense. Viven en
una casa en el campo, no muy lejos de Londres. Pronto surgen algunas
diferencias, ella tiene una posición familiar acomodada pero el trabajo de él
no va todo lo bien que se esperaba. Y un día Alice desaparece, es una
desaparición pactada por el matrimonio, dejar tiempo y espacio puede ser bueno
para ambos. Sin embargo, van pasando los días y los amigos, tampoco los
vecinos, ven normal que Alice no dé señales de vida, que sus padres no sepan
nada de ella, que no cobre su cheque mensual…Y empiezan a recaer sospechas
sobre Sydney, Sydney que ha imaginado como sería asesinar a su esposa, como
podría deshacerse del cadáver, que sentimientos tendría, que ha enterrado una
vieja alfombra en el bosque que toma notas para sus novelas, para sus guiones, guiones
que son rechazados habitualmente. Y las sospechas crecen, los hechos parecen
cuadrar, la situación es propicia. La familia de Alice, los propios amigos
empiezan a dudar ¿Convierte todo esto en culpable a Sydney? Tendréis que leer
la novela si queréis saberlo. La novela es un interesante ejercicio sobre las relaciones
humanas, sobre la sociedad en la que vivimos, sobre la influencia del
pensamiento en la construcción de la realidad, incluso sobre el pasado. Si que reconozco
que se me ha hecho algo lenta su lectura.
Sydney sintió ganas de decirle que cavaran un poco más y encontrarían el cadáver, que la alfombra no era más que una pantalla de humo