domingo, 27 de febrero de 2022

La memoria del árbol – Tina Vallès

Es difícil no desvelar el final de este libro y yo no lo he conseguido, al contrario, final que no se encuentra en las últimas páginas, sino en cada una de ellas. La forma, el como trata los sentimientos, el tacto de los protagonistas son fundamentales en esta novela, esta parte si que queda en la novela a pesar de conocer los hechos. Un libro de capítulos cortos, muy cortos, muy dinámico que nos trae los primeros signos del Alzheimer desde los ojos de un niño. Los cambios que se producen en casa, en él mismo, ante la aparición de la demencia del abuelo. Pero, sobre todo, lo que nos trae es esa relación abuelo-nieto entrañable que siempre debería existir, nos trae el proceso de aprendizaje de un niño, de como aprende el mundo de los adultos, de como aprende de los cuentos y las fábulas, de como se gestan los recuerdos, de como los cambios que se producen en el día a día significan cosas y qué cosas.

-¿Puedo ponerme contento?

Lo cotidiano que se trastoca, lo que transmiten los adultos a pesar de que Jan piensa que la nueva situación tendría que ser una fiesta. Esas largas conversaciones de mamá y la abuela en la cocina. Y de fondo, una relación especial del abuelo con los árboles que pretende transmitir a su nieto.

-¡Lo vi en una foto!

-Las fotos van muy bien para recordar…

-Pero de tu sauce llorón no tienes ninguna ¿verdad?

-No. Y mejor.

-¿Mejor?

-Así lo recuerdo como quiero.

Y ese recordatorio de lo que conoce cada generación, de lo que es nuevo para cada uno, de lo que transmitimos y de lo que transmiten otros. Nos habla de las diferencias entre el campo y la ciudad, de los viajes de uno a otra, de esas relaciones que se mantienen a pesar de los años, de como las manos no podían estar ociosas. De como se gestionan las adversidades. De la vida.

domingo, 13 de febrero de 2022

Una soledad demasiado ruidosa - Bohumil Hrabal

El club Te leeré miércoles nos trae a Bohumil Hrabal con una novela donde los libros son protagonistas. La destrucción de libros y el arte dentro de la misma destrucción.

El protagonista lleva 35 años prensando papel para su reciclaje, pero cada bala que sale de su máquina lleva algo que la hace diferente, una reproducción de girasoles de Van Gogh o las obras de Hegel. Estos 35 años han dado para muchas lecturas, libros rescatados que llegan a la casa de Hanta, libros que amenazan su vida si un día llega a desmoronarse la columna de 2 toneladas que acumula sobre el baldaquín de su cama. Libros y más libros, pensamientos durante tantas horas junto a esa máquina donde un botón verde o un botón rojo decide sobre la vida de esos ratoncillos que viven entre las cantidades ingentes de papel que hay que destruir. Y litros de cerveza diarios, cerveza en Praga, jarras de medio litro que llevan a Hanta a un mundo donde todavía queda mucho por conocer.

… pero sonrío porque tengo la cartera llena de libros de los cuales espero que por la noche me expliquen algo sobre mí mismo, algo que todavía desconozco.

Hanta nos lleva también a pensar sobre el futuro, sobre aquello que sustituye a lo que conocemos, el futuro de su trabajo, sin pasión, sin saber nada de Aristóteles ni de Goethe, ni de la inmortalidad de la Grecia antigua. Un futuro que se llena de luz, de limpieza, de papel blanco, de guantes de colores en las manos de aquellos que ahora seguían trabajando con toda la calma del mundo, separaban flemáticamente el interior de los libros de las tapas y echaban sobre la cinta las horrorizadas y erizadas páginas, indiferentes e inmutables, sin darse cuenta del valor de cada libro.

Hanta incorpora la belleza en el trabajo mecánico rodeado de ratoncillos y moscas. Y, cómo no, una denuncia a ese régimen checo que se impone, que uniformiza, que muestra una apariencia de orden y eficacia pero que lleva a la decadencia cultural.

En mi trabajo, la espiral y el círculo se corresponden y el progressus ad futurum se confunde con el regressus ad origen; todo eso lo vivo muy intensamente y, ya que soy infelizmente feliz y culto a pesar de mi mismo, he empezado a reflexionar sobre el hecho de que el progressus ad origen se corresponda con el regressus ad futurum.

Del mismo autor en el blog:

Trenes rigurosamente vigilados.

Y no he podido evitar recordar esta novela:

         El lector del tren de las 6.27 – Jean-Paul Didierlaurent