
Uno de mis pendientes de Marías, autor al que visito periódicamente. Para mí no ha sido un libro redondo, aunque si muy Marías. Una parte, aquella en la que el protagonista recuerda a su exmujer, sigo sin saber por qué aparece, sin saber qué relación tiene con el resto. Una digresión que nos ayuda a conocer mejor al protagonista, pero que, a diferencia de la vida real, en la literatura esperamos encontrar una razón. Y, sin embargo, es muy como la vida misma, como cualquier detalle te lleva a pensar en otra cosa totalmente distinta a lo que está ocurriendo en ese momento o no tan distinta.
El inicio de la novela es impactante:
Nadie piensa nunca que pueda ir a encontrarse con una muerta entre los brazos y que ya no verá más su rostro cuyo nombre recuerda.
Con una muerte, la de Marta Téllez. Habituados a la novela negra y a las series policiacas, es fácil pensar en un asesinato, pero la muerte natural también da para una novela y para una bien interesante, da para conocer la vida de la fallecida, la del protagonista, las relaciones que se establecen en la capital del reino, las casualidades, la vida. Da para los hechos, pero da, sobre todo, para todo aquello a dónde nos lleva el pensamiento.
Es intolerable que las personas que conocemos se conviertan en pasado.
Ficción y realidad que se entrecruzan en este verano de 2023 leyendo una novela de final del siglo XX donde los móviles todavía no eran protagonistas de nuestra existencia, donde el nombre perdido de un hotel de Londres puede ser crucial.
Lo más intolerable es que se convierta en pasado quien uno recuerda como futuro.
Una novela que tiene como protagonista a un guionista, pero que nos lleva también por el mundo de los negros, de esos escritores que trabajan para otros, que, como en otras ocasiones en Javier Marías, podemos conocer los entresijos de un oficio poco habitual, en según que entornos, por supuesto.
…el mundo depende de sus relatores y también de los que oyen el cuento…
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