Rosa Montero vuelve a mis lecturas, vuelve a mi blog con La buena suerte gracias al club Te leeré miércoles. Una novela que he leído casi de un tirón. Y una novela que empieza con algo impensable para la mayoría, que alguien se compre un piso en un arrebato, un piso inmundo en un lugar inhóspito, sin ni siquiera entrar a verlo antes de firmar. Un primer capítulo que nos presenta al protagonista: Pablo Hernando, que llega a Pozonegro por un impulso, una parada de tren previa a su destino que condicionará su presente, un cartel de “se vende” en un piso lúgubre y abandonado. Y un giro radical a su vida, la de un arquitecto de éxito, que se irá desgranando a lo largo de la novela. Una vida que, a partir de ahora, pretende vivir en un “agujero”. Y es Raluca, la vecina del primero, la que será le dará la bienvenida, la que no dejará que siga en ese “agujero” dejando pasar las horas. Es Raluca, la que le ayuda con la intendencia, ella que trabaja en el Goliat, el supermercado del pueblo. Y siempre a pesar de Pablo, que solo pretende que el tiempo siga pasando. Raluca, que también cuida de Felipe, el vecino del cuarto, que precisa la botella de oxígeno para sobrevivir. Felipe, que pondrá la sensatez en esta historia. Es Raluca la que interpreta con la poca información que recibe de este desconocido que ha llegado al pueblo una tarde, que ha comprado un piso al contado, que dice no tener apenas dinero, que apenas habla. Raluca, la que conseguirá para Pablo un trabajo de reponedor en su supermercado. E irán pasando las páginas, los días, y Pablo nos irá contando algo de su pasado, poco, pero iremos atando cabos. Y, no solo nosotros, también los vecinos, y también conoceremos detalles de Raluca, cada uno tenemos una historia personal detrás. Los momentos de crisis que nos llevan a tomar decisiones inimaginables. Decisiones que posiblemente sean la mejor decisión que podríamos haber tomado y que todo cambie y que la vida siga.
Son muchos los temas que aparecen en esta novela que se desarrolla huyendo del lujo, del esplendor, del minimalismo de las líneas rectas, de la luz, imágenes que podemos asociar al éxito, al éxito que Pablo deja atrás, aparentemente de forma voluntaria. Pero quizás haya uno que yo resaltaría y es el tiempo, el tiempo que tenemos que dedicar a las relaciones para poder llegar a conocer la historia de cada persona. Y ese tiempo merece la pena.
De la misma autora en este blog: