miércoles, 23 de noviembre de 2016

La estancia – Pedro Brotini



Una historia entrañable que nos llevará a la época dorada de la novela gótica de terror pasando por una actualidad que muchos vemos cercana.
Una novela con un ritmo lento que engancha. Numerosos giros que harán de su lectura una gran caja de sorpresas, aunque ninguna como el amor a los libros que trasmite, siempre presente: con esta portada no podía ser de otra forma.
Podríamos decir que empezamos en una novela, donde conoceremos a las que serán las protagonistas indiscutibles y conforme pasamos las páginas recorreremos otras muchas novelas, la que nos cuenta Aurora, historia de superación tras el fallecimiento de su marido, una restauradora de muebles y un bibliófilo, que llevará su sueño adelante aún cuando él no esté.

No perdamos nada de nuestro tiempo, quizás los hubo más bellos, pero este es el nuestro.

Y la de Irene, que quizás rescate un sueño, un sueño que había abandonado mucho tiempo atrás, una oportunidad en la que no cree pero tan difícil de rechazar…

El mundo necesita gente que crea en unicornios, Aurora.

Y, como no, aquellas historias de aquellos que tenían tanto que contar, de aquellos que han convertido las novelas de terror en clásicos en los que siempre pensamos. Aquel fin de semana del año sin verano que nos trajo a Frankestein y quizás a La Estancia, una novela que pudo ser un gran sueño, el sueño de una vida o el de varias vidas.
Los entresijos del mundo editorial y de aquellos escritores ahora que han pasado 200 años. Y un escritorio de persiana que comparte historias, las de aquellos que querían compartirlas, las de aquellos que quizás querían guardarlas para siempre. 

Conociendo el libro desde La Fea Burguesía

domingo, 6 de noviembre de 2016

El alquimista impaciente. – Lorenzo Silva



Siguiendo con la serie de los guardias civiles Bevilacqua y Chamorro, vuelvo a releer el alquimista impaciente, novela de la que tenía un buen recuerdo pero, como ya comenté en el Lejano país de los estanques, poco más que el título recordaba.
En esta entrega tenemos a la energía nuclear como protagonista. Lorenzo Silva suele utilizar la actualidad como escenario para sus historias. Los temas de actualidad son efímeros y las centrales nucleares no parecen estar muy de moda ahora, años después de la publicación de la novela. Nunca tan de moda para los que no vivimos cerca de ninguna central nuclear, eso no quita para que sea muy fácil identificarse con la situación que nos muestra.
La muerte insólita de un trabajador de la central nuclear es el inicio de esta historia. Una muerte en circunstancias impensables para aquellos que conocían al fallecido. Protagonistas en su vida que irán apareciendo poco a poco para presentarnos a un Trinidad Soler con muchas caras.
Una novela que nos muestra estereotipos, lo que pensamos de ellos y los prejuicios establecidos que pueden llevarnos a tomar decisiones precipitadas.
La importancia del tiempo, de la paciencia, de olvidarnos de esa inmediatez tan presente hoy en día en nuestra sociedad.
 Los árboles de verdad se mueren durante el invierno. Así consiguen el vigor y la plenitud de la primavera. El que más vive es el que menos teme morir.

Nos lleva por el caso a distinto ritmo: primeras impresiones, callejones sin salida, ideas nuevas que surgen mirando con perspectiva. Para mi le da credibilidad a la historia, aunque, eso si, sea difícil identificarnos con esa guardia civil más conocida, de ahí que me guste el contrapunto, Marchena, ese guardia civil de pueblo pequeño y Bevilacqua, guardia civil de paisano ¿Realidad y ficción?

Un apunte del autor:
Esta novela fue escrita entre junio y septiembre de 1999. La primera idea databa de al menos tres años antes, cuando se insinuó en mi mente la posibilidad de recurrir a Chamorro y a Bevilacqua para hacer una aproximación novelesca a cierta fauna de la sociedad española actual, y a ciertos impulsos más bien insensatos que en nuestra sociedad mueven a numerosas personas. Por lo demás, intenté hacer un digno relato policial, que no es tan fácil como algunos parecen querer dar a entender, y como siempre, una historia que estimulara al lector. Con el resultado en la mano, creí que podía presentarla al Premio Nadal, y así lo hice. Ganó la edición del 2000 y llegó a muchos lectores, que es lo mejor que le puede pasar a un libro. Su salida en edición de quiosco, en el otoño del 2000, fue una gran noticia para mí. Toda mi juventud lectora se nutrió de libros baratos. Por eso es un honor y una satisfacción ver una novela mía convertida en libro barato, accesible a cualquiera (o casi).
 Quien ha aprendido a no necesitar nada. Ésa es la única gente a la que un hombre como yo se siente capaz de admirar. Si es que existe.

Del mismo autor en este blog: