Con este libro he participado en la lectura simultánea
organizada por Libros
que hay que leer, una buena experiencia. Ha sido un placer leer el libro y
también compartir en twitter las impresiones sobre el mismo. Muy buena
recomendación.
Alejandro Palomas nos presenta, en primera
persona, una familia que se reúne en Nochevieja a cenar. El libro transcurre
apenas en unas horas, pero durante este tiempo, además de conocer lo que sucede
durante los preparativos y la propia cena, conoceremos a los miembros de esta
familia gracias a los recuerdos del hijo, el menor de otras dos hermanas.
Es fundamental en el libro la personalidad
de la madre, ella nos hará reír en muchas ocasiones y también llorar. Una madre
que parece ser la hija, quizás porque no hace mucho ha comenzado una nueva y
mejor etapa de su vida, sin embargo, no deja de sorprendernos con frases
certeras sobre los sentimientos de sus hijos en los momentos más inesperados.
Unos hijos con unas relaciones que les han marcado fuertemente el carácter, un
tío, hermano pequeño de la madre, una amiga muy cercana a la madre y siempre
presente en sus conversaciones y un padre ausente.
Me ha gustado mucho como se combinan los
tiempos, el presente que nos muestra a los personajes como son ahora, y los
recuerdos del hijo que nos llevan a conocer el porqué estos personajes son lo
que son. Está contado con mucha ternura, como sucede en las reuniones de aquellos
que han compartido muchos momentos buenos y otros no tanto, especialmente
cuando el cariño está presente.
El momento elegido para ambientar la cena
creo que es muy adecuado, un año que acaba, un año que empieza, igual que el
momento en la vida de los personajes, un antes y un después. Vidas que toman un
nuevo rumbo.
Con el tiempo aprendemos que los mapas son de quien los dibuja, no de quien los persigue, y que en la vida sonríe más quien mejor dibuja, no quien más empeño pone en la búsqueda.
No se puede encontrar paz evitando la vida.
Cuando yo ya no esté, tendrás esta manta. Te taparás con ella siempre que te eches a dormir la siesta en invierno y yo estaré feliz porque será como si te diera todos esos abrazos que necesitas y nunca te dejas dar.
No hay…largos caminos sin pies que los recorran.