Nueva entrega donde Camilleri nos trae a su comisario Montalbano: El perro de terracota, el segundo de la serie. Comentaba en mi anterior reseña Una lectura condicionada por la serie de televisión, escenarios y personajes, que hace perezosa a la imaginación. Y justo lo mismo he pensado mientras leía esta segunda entrega.
Salvo Montalbano recibe una llamada de un amigo de la infancia, una llamada que lleva a una oferta inesperada. Un simulacro, un éxito que puede llevar a Montalbano a un ascenso que no desea. Una pieza de dominó que hará que muchas otras empiecen también a caer. El robo a un supermercado que se presenta como una broma. Un comisario con técnicas propias, a veces no demasiado adecuadas. Y no puedo dejar de encontrar paralelismos con otro de mis detectives favoritos Guido Brunetti. Historias a la italiana donde las relaciones personales son tan importantes, la comida, la lectura, el hablar, el visitar a los implicados, el llegar a conocer el pasado. Y así, tranquilamente, sin ayuda de la última tecnología llegamos a un desenlace a menudo inesperado. Presente y pasado que se entrelazan, nuevas historias paralelas, historias de la Segunda Guerra Mundial que siguen condicionado el presente. Desaparecidos en una época donde todo podía ocurrir. Y un interés personal, un interés personal en descubrir este acertijo que cualquier otro hubiera dado por cerrado. Un acertijo del pasado que nos recuerda que no estamos solos, que son muchos los que se ven afectados por nuestras decisiones.
De Andrea Camilleri en este blog: