La historia tiene varios protagonistas a los que vamos a acompañar en capítulos dedicados a cada uno. Destaca Hélène,-Pensé que el chiquillo sufría maltratos,…-una profesora que se interesa por Théo, un niño del colegio retraído y silencioso. Un niño aparentemente normal al que ella nota algo distinto, algo que la lleva a recordar su infancia, aquella en la que tuvo que vivir con un padre que la maltrataba.
Sin embargo, no hay señales de maltrato, Théo visita la enfermería y todo es normal. Hélène, aún así, continúa pensando que algo pasa. Y eso es lo que vamos a ir descubriendo a lo largo de esta novela, novela que te va dando pequeñas pinceladas desde los distintos actores de esta trama. Esa visión global que pocas veces llegamos a conocer en la vida real. Mathis, quizás el único amigo de Théo. Cécile, la madre de Mathis. Los padres de Théo separados hace años y donde Delphine de Vigan tensa especialmente la trama, quizás mostrándonos una situación extrema, pero haciéndonos reflexionar sobre las decisiones que un niño de 12 años puede llegar a tomar.
Y mientras Hélène, que insiste en averiguar que es lo que lleva a Théo a tener ese comportamiento perceptible solo para ella. Hélène que está sola en esta empresa. Que se obsesiona con la situación, que quizás, solo quizás, se extralimita de sus funciones.
La otra noche, intenté explicar esa sensación de cuenta atrás que lleva unos días oprimiéndome, como si alguien hubiera puesto en marcha un minutero sin saberlo nosotros y un tiempo precioso transcurriera sin que pudiéramos oírlo, conduciéndonos en silencioso cortejo hacia un algo absurdo cuyo impacto somos incapaces de imaginar.
Una novela recomendable, que nos golpea, que saca a la luz esas situaciones habituales, la lealtad que tenemos hacia los que tenemos cerca, que fácilmente pueden derivar a situaciones extraordinarias.