Segundo atentado en el Club de lectura de Espinardo. Un inicio la mar de interesante. Dios, si se trata de una horrible pesadilla, haz que me despierte de inmediato… ¿Lo es? ¿Es una pesadilla? En el siguiente capítulo, la autora, el autor, nos lleva a un día en un hospital donde Amín es cirujano. Un día como cualquier otro hasta que una formidable explosión hace temblar las paredes y tintinear las ventanas de la cafetería. Un atentado suicida que llevará a Amín a operar durante largas horas. Pero la mayor sorpresa está por llegar, la policía le dice que la suicida es su mujer, situación que para Amín es imposible de creer. Su mujer estaba pasando unos días en casa de su abuela y había olvidado el móvil en casa.
Un comienzo de la historia que nos lleva a pensar si conocemos a los que tenemos a nuestro lado, a pensar hasta donde podemos estar seguros de aquellos a los que confiaríamos nuestra vida, a pensar quien superaría la prueba. Un nudo donde aparecen aquellos otros que cuidan de nosotros en situaciones extremas, un nudo que tiene tintes de novela negra, un nudo donde aparece el típico policía que desentrañaría toda la trama. Un nudo que se alarga y empieza a confundir, un desenlace confuso, muy confuso, confuso como lo es el conflicto Palestino-israelí, un desenlace que nos lleva de nuevo al primer capítulo, un desenlace que nos trae una situación que nos habla de la importancia de la familia, de lo difícil que es desligarse de los orígenes, de un mundo al que no se puede entrar, pero, sobre todo, del que no se puede salir.
¿cómo podía vivirla si no dejaba de soñarla?