Preguntar si has leído o no el Ulises
de Joyce es bastante común. Mi respuesta es no, ni siquiera he llegado a
intentarlo. Esta es mi primera incursión con el autor. Un libro con pasajes autobiográficos,
quizás iniciático, experimental, que hemos leído en Escuela de Mandarines.
En la memoria queda, sin duda, la descripción del infierno: Un exceso de varias
páginas que lo hacen inolvidable. Dedalus como protagonista, un niño en un
colegio religioso, el que tiene que abandonar cuando su familia se queda sin
recursos. La religión, siempre presente, amenazante y opresora que condiciona al
protagonista. Un adolescente en busca de su camino. Un camino de incertidumbre
entre arte y religión. La soledad, la introspección. Las caminatas y conversaciones
con su padre, con sus amigos. La vida universitaria de alguien que confía en su
talento, los principios no compartidos de la sociedad del momento. El monólogo
interior como herramienta literaria, la primera y tercera persona en una novela
lenta, con múltiples reflexiones, largas reflexiones, mucho texto a pesar de
sus apenas 220 páginas. Una novela publicada inicialmente por capítulos en una
revista literaria y que tuvo varias escrituras y reescrituras, incluso el
manuscrito llegó a ser arrojado al fuego de la estufa.