Vuelvo a Ishiguro con Los restos del día y es imposible no
acordarse de la película de los 90, Lo
que queda del día. Una película de la que apenas me quedaba en mi memoria poco
más que los actores y la atmósfera y con esta información entré en la novela. Y,
cómo suele ocurrir, la historia en el libro es mucho mejor. Justo al acabar el libro
me quedé con ganas de más, ¡qué difícil leer la última página y saber que tenía
que despedirme! Así que volver a ver la película ha hecho más fácil esta
despedida y estupenda adaptación pero cuantos detalles que no estaban.
Mister Stevens, el mayordomo
inglés de una gran mansión, se encuentra en un momento de transición en su
vida. Un nuevo patrón y nuevas costumbres y una época dorada que ya pasó. Esa
época dorada que va a ir relatando en un diario de viaje, un viaje al oeste,
donde espera hablar con la antigua ama de llaves, miss Kenton, un viaje del que
espera volver con la noticia de que ella volverá a la mansión, espera recuperar
aquel pasado donde la “dignidad” del trabajo bien hecho estaba tan presente.
Una semana de viaje por esas
carreteras inglesas, allá por los años 50, donde se puede disfrutar del
paisaje, donde hay que ir haciendo noche para poder llegar a sitios lejanos. Un
viaje en un coche magnífico que empezamos conociendo incluso las dificultades
para disponer de la ropa adecuada, un viaje que nos traerá el pasado
esplendoroso de una gran mansión, Darlington Hall, en la época entreguerras, y
sobre todo nos mostrará los detalles de un trabajo tan necesario en estas
mansiones, un trabajo que requería una planificación exquisita, tantos
entresijos que quedaron en el anonimato y que permitieron que las decisiones, grandes
o pequeñas, que han llevado a marcar el rumbo de la historia pudieran tomarse.
Y una forma de vida tan presente
en toda la novela: los sentimientos tienen que quedar ocultos. Lo importante es
el trabajo bien hecho por encima de cualquier necesidad personal.
Una historia exquisita, recogida
en estos cuadernos de viaje, que empiezan narrando el presente y plasmando
opiniones, pero que derivan a ese pasado tan añorado por el protagonista. Un
hecho puntual, la recepción de una carta, que dispara la memoria hacia aquel
tiempo donde el remitente estuvo en nuestras vidas. Y ¿no es así como funcionan
los resortes de nuestra memoria?
De este mismo autor en el blog: Nunca me abandones