domingo, 30 de diciembre de 2018

Los restos del día – Kazuo Ishiguro


Vuelvo a Ishiguro con Los restos del día y es imposible no acordarse de la película de los 90, Lo que queda del día. Una película de la que apenas me quedaba en mi memoria poco más que los actores y la atmósfera y con esta información entré en la novela. Y, cómo suele ocurrir, la historia en el libro es mucho mejor. Justo al acabar el libro me quedé con ganas de más, ¡qué difícil leer la última página y saber que tenía que despedirme! Así que volver a ver la película ha hecho más fácil esta despedida y estupenda adaptación pero  cuantos detalles que no estaban.
Mister Stevens, el mayordomo inglés de una gran mansión, se encuentra en un momento de transición en su vida. Un nuevo patrón y nuevas costumbres y una época dorada que ya pasó. Esa época dorada que va a ir relatando en un diario de viaje, un viaje al oeste, donde espera hablar con la antigua ama de llaves, miss Kenton, un viaje del que espera volver con la noticia de que ella volverá a la mansión, espera recuperar aquel pasado donde la “dignidad” del trabajo bien hecho estaba tan presente.
Una semana de viaje por esas carreteras inglesas, allá por los años 50, donde se puede disfrutar del paisaje, donde hay que ir haciendo noche para poder llegar a sitios lejanos. Un viaje en un coche magnífico que empezamos conociendo incluso las dificultades para disponer de la ropa adecuada, un viaje que nos traerá el pasado esplendoroso de una gran mansión, Darlington Hall, en la época entreguerras, y sobre todo nos mostrará los detalles de un trabajo tan necesario en estas mansiones, un trabajo que requería una planificación exquisita, tantos entresijos que quedaron en el anonimato  y que permitieron que las decisiones, grandes o pequeñas, que han llevado a marcar el rumbo de la historia pudieran tomarse.
Y una forma de vida tan presente en toda la novela: los sentimientos tienen que quedar ocultos. Lo importante es el trabajo bien hecho por encima de cualquier necesidad personal.
Una historia exquisita, recogida en estos cuadernos de viaje, que empiezan narrando el presente y plasmando opiniones, pero que derivan a ese pasado tan añorado por el protagonista. Un hecho puntual, la recepción de una carta, que dispara la memoria hacia aquel tiempo donde el remitente estuvo en nuestras vidas. Y ¿no es así como funcionan los resortes de nuestra memoria?

De este mismo autor en el blog: Nunca me abandones

domingo, 16 de diciembre de 2018

Almas grises – Philippe Claudel


Y gris es la historia de este protagonista. Gris en una época negra: la Gran Guerra. Una guerra de la que acabamos de celebrar el centenario de su fin. Y un escenario: un pequeño pueblo del norte de Francia cerca del campo de batalla.
Un libro francés, donde los tiempos son distintos, y me gusta. Una historia dura: el asesinato de una niña de 10 años y la investigación que se llevó a cabo. Una historia contada por uno de aquellos protagonistas que participaron en la investigación, un protagonista secundario y, sin embargo, tan principal. Un observador de excepción. Y protagonista de su propia historia, la que también quedó marcada por este asesinato.

Posé la mano sobre las letras doradas de su nombre y, al cabo de unos instantes, me marché, contándole en el interior de mi cabeza todas esas historias, que constituyen mi vida, mi vida sin ella, desde hace tanto tiempo, y que debe de saberse de memoria a fuerza de oírmelas murmurar.

Y la historia de un asesinato contada dentro de la historia de un lugar, de una guerra inolvidable, multitud de historias, y no solo de esa época, que hay que conocer para entender mejor todo aquello que pasó. Y aún así con capacidad de sorprender, un final inesperado, como en tantas ocasiones ocurre en la vida misma.

En el fondo, escribo por ella y para ella, para mentirme, para engañarme, para convencerme de que sigue esperándome, dondequiera que esté. Y de que oye todo lo que tengo que decirle.
Escribir hace que seamos dos.

domingo, 2 de diciembre de 2018

Un hombre en la oscuridad – Paul Auster


“El mejor Auster”, eso es lo que pensé leyendo las últimas páginas de esta novela de Auster, una de la que no había oído hablar hasta que llegó al club Escuela de mandarines.
¡Y cómo la he disfrutado! Reconozco que Auster me gusta mucho. Disfruto leyéndolo de vez en cuando. No puedo decir que sean sus historias las que me enganchan. Me gusta como “la casualidad” está presente en ellas, como es tan sencillo que suceda una cosa distinta. Y aquí, en Un hombre en la oscuridad…, en un libro con una imagen de portada poco afortunada:

No hay una sola realidad, cabo. Existen múltiples realidades. No hay un único mundo. Sino muchos mundos, y todos discurren en paralelo, mundos y antimundos, mundos y sombras de mundos, y cada uno de ellos lo sueña, lo imagina o lo escribe, alguien en otro mundo. Cada mundo es la creación mental de un individuo.

Me ha traído a la memoria uno de los libros que leí de adolescente, uno que me descubrió el infinito, un mundo de infinitos mundos, mundos que pueden diferenciarse en apenas un detalle, mundos donde todo es distinto. Un libro del que no recuerdo su nombre, aunque sí la estantería donde se ubicaba en la biblioteca.
Y Auster nos trae esa realidad que es la imaginación, ¿qué es real? ¿qué no lo es? Historias de un mundo que puede cambiar en un momento. Historias que escuchamos, vemos o leemos cada día. Tantas historias dentro de una historia. Y el final, las últimas páginas del libro, quizás es con lo que más he disfrutado, esa historia donde quizás estaba menos presente la imaginación, ¿o solo es lo que pensamos? Y esa otra, una nueva guerra civil ¿solo ficción?

Los libros obligan a dar algo a cambio, a utilizar la inteligencia y la imaginación, mientras que una película puede verse- e incluso disfrutarse – en un estado de irreflexiva pasividad.

August Brill, recuperándose de un accidente de coche, nos contará ¿reinventará? su propia vida y no solo la suya. Owen Brick despierta en el fondo de un foso de paredes muy lisas que no puede escalar. Un juego que acaba bruscamente, como si a alguien, ante una llamada, quiera finalizar lo que estaba haciendo.
 
Otros libros del autor en el blog: