Vuelve Guido Brunetti a mis lecturas y llega la calma. Donna
Leon consigue transmitir paz y tranquilidad desentrañando crimenes. ¿Podríamos
denominar como novela negra esta serie? Curioso, como con Guido Brunnetti con
su familia, la importancia de la buena comida, de las buenas lecturas y la
falta de espectáculo en la resolución de los crímenes, tenemos a un “antihéroe”
tan cercano a nosotros y que parece tan real que hace que novela, tras novela se
desfrute de los canales de Venecia, mientras se mantiene la esperanza de que
puede existir alguien que realiza bien su trabajo.
Tan cercano y tan lejano cuando nos lleva a
la Europa del Este. Tan cercano cuando nos sentimos identificados en las
relaciones de familia que muestra, tan lejano cuando piensas que a ti nunca te
pasaría.
En esta ocasión rescatamos un secuestro de
hace un par de años que no llegó a resolverse. La aparición de unos restos abre
una herida sin cicatrizar en una familia de la nobleza veneciana.
Y una cita un poco larga pero con la que
coincido plenamente. Defiendo a menudo lo mismo, aunque en diferente entorno.
Brunetti se acordó de algo que había dicho Paola, ya no recordaba en relación con qué. Siempre que una persona se propone argumentar deslealmente, dijo, ponen un ejemplo concreto tan abrumador que hace imposible toda discrepancia. Pero por apabullantes que fueran los casos específicos, dijo ella, la ley se fundaba y configuraba en principios y términos universales. Los casos individuales solo se representaban a si mismos, nada mas. Brunetti, que tantas veces había visto el horror del delito concreto e individual, comprendía el impulso de exigir leyes nuevas y más severas. Porque era policía, sabia que el rigor de la ley solía recaer en los débiles y los pobres, y sabía también que la severidad de la ley no era salvaguardia contra el crimen.
De
la misma autora en este blog:
Vestido para la muerte