Una de mis últimas adquisiciones
de Círculo de Lectores me hace volver a los 70 y a los 80 del pasado siglo.
Ángel nos cuenta su infancia, adolescencia y primera juventud, pero hay otro
protagonista, el padre de Ángel, también llamado Ángel, visto desde los ojos de
su hijo. El padre, que podemos decir que va y viene, que es un artista en
aquella España que vive en una época tardía de dictadura, aquella que está
estrenando democracia. Actor, cantante que explota su parecido con Demis Roussos,
o agente de artistas. Una Barcelona vista desde el recuerdo de esta familia que
hoy se llamaría desestructurada y entonces simplemente familia.
La ciudad no paraba
de crecer, como yo mismo
Una madre que es la que hace hogar
a pesar de los múltiples cambios que les llevan de un sitio a otro donde poder
pagar el alquiler, momentos de estrecheces, cambios de colegios y, sin embargo,
la estabilidad que nos trasmite Ángel, mientras cuenta la vida de su familia,
la suya, la de sus hermanos, la de sus hermanas gemelas que nacieron con meses
de diferencia y de madre distinta, la de la madre, su trabajo en El Corte
Inglés, su trabajo en la agencia de artistas, la de los abuelos que a veces
pueden estar, a veces no y la de ese padre que aparece y desaparece pero que
siempre está tan presente, incluso en las ausencias. La vida. Y la estabilidad
que llega, la estabilidad económica, pero es otra estabilidad la que no termina
de anclar a esta familia. La vida de una familia que sorprende en ese tiempo
que parece estirarse.
Al lado de mi padre
sólo podíamos ser satélites.
La vida de Ángel, de su amor por
Irene, aquella universitaria que conoció mientras vivían en una pensión. Son
muchos los lugares comunes a pesar de las diferencias, son muchos los lugares
temporales que reconoceremos de esa Barcelona de los 70, del Madrid de los 80
que acoge a un Ángel ya universitario, incluso de un Benidorm que ya se
reconoce como un lugar para el espectáculo.
Así funciona la
memoria, que combinando recuerdos de diferentes épocas es capaz de descubrirnos
cosas que en su momento no habíamos percibido. Y, en definitiva, de modificar
el pasado. De construir un pasado nuevo, distinto.
Y llega el Derecho, esa carrera
de Derecho, que el protagonista vive en momentos de efervescencia política. Que
entrelaza la universidad con su propia vida, que descubre que un futuro
marcado, quizás anodino, tiene tantas oportunidades de vivirlo. Unos estudios
que lleva a su propia familia.
La cuestión era si
la suma de dos injusticias de signo opuesto podía producir justicia.