Vuelve Muñoz Molina a mis lecturas gracias a un regalo de una amiga que me conoce bien. Y, sin embargo, no me ha parecido el Muñoz Molina clásico. Una historia que nos recuerda a El Camino de Delibes: época, protagonistas, entorno… Sería un buen homenaje, por otro lado, en este año Delibes.
Un cuento, un relato largo, una novela corta, la historia de dos primos, uno de ellos con una minusvalía que le impide participar en los juegos habituales, el otro, su acompañante siempre, el que enlentece su paso para aptarse al ritmo de su primo segundo, el que tiene la excusa para no ser el raro al que no le gusta jugar al fútbol. Historias de los niños de la postguerra, historias de un invierno en la sierra de Jaén, la imaginación de la infancia, la realidad de una época. La historia, real o, a menudo, imaginada, de los tísicos que necesitan la sangre de los demás, especialmente la de los niños. E historias reales que no surgen en la imaginación de un niño, historias de adultos tenebrosos, historias de aquellos que se transforman en esa realidad inimaginable. Historias que se entremezclan en una época donde la infancia se vive con mucha independencia. Donde los adultos Una época donde los niños se convierten en adultos mucho antes y, sin embargo, esa infancia sigue ahí presente, adaptándose a una realidad sobre la que poco pueden influir. Aprendiendo a sobrevivir, aprendiendo a vivir con los reveses de la vida. Imaginando otra realidad.
Y sin olvidar las ilustraciones, en esta edición, de María Rosa Aránega que nos llevan perfectamente a esos años en la calle de la Fuente de las Risas.
De Antonio Muñoz Molina en este blog.