domingo, 16 de septiembre de 2018

La edad de la inocencia – Edith Wharton


Nueva temporada del club Escuela de Mandarines, la iniciamos con La edad de la inocencia, una historia que muchos conocimos cuando en los años 90 se estrenó una película basada en esta novela de Edith Wharton. Una película de la que apenas recordaba los trajes de época y el ritmo lento.

-Si; mi buen padre detestaba las prisas. Pero ahora vivimos en continuo apresuramiento- dijo Mr. Van der Luyden en tono mesurado,…

Quizás también quedaron en nuestra memoria los actores que la protagonizaban y dificulta poner otro aspecto a estos personajes que tan bien nos describen en estas páginas. Y, ahora, bastantes años después, la historia ha vuelto a visitarme como un libro que nos retrata la alta sociedad del Nueva York de los años 70 del siglo XIX. Una ciudad tan distinta a la que conocemos en la actualidad, una ciudad donde todavía no vislumbramos sus rascacielos y que no olvida Europa, una ciudad donde las normas sociales, las apariencias, son quizás lo más importante. Intrigas en un pequeño entorno cerrado donde hoy tenemos posiblemente la ciudad más emblemática y cosmopolita. Y de estas intrigas, normas sociales, absurdos, será Newland Archer el que nos los muestre, el que nade a dos aguas, entre los convencionalismos en los que ha sido educado y aquello que cree que tiene que ser distinto.   
Edith Wharton escribió esta novela unos 50 años después, va a hacer ahora un siglo, llama más aún la atención como ha cambiado, no solo esta ciudad.

Aprovechando la ocasión, Madame Olenska desvió la conversación hacia la fantástica posibilidad de que un día pudiera realmente hablarse de calle a calle, o incluso -¡increíble sueño!- de ciudad a ciudad. Eso llevó a los tres a hacer alusión a Edgar Allan Poe y a Julio Verne, y a los tópicos que asoman con naturalidad a los labios de las personas más inteligentes cuando hablan contra el tiempo y discuten un nuevo invento en el que creer demasiado pronto parecería ingenuo; y a la cuestión del teléfono les llevó, sanos y salvos, de vuelta a la gran casa.

Un libro donde también disfrutaremos de la pintura, Newland Archer, nos llevará de la mano por una de sus aficiones. Y ¡¡¡la Ópera!!!

Una noche de enero, a principio de los setenta, Christine Nilsson cantaba Fausto en la Adcademia de Música de Nueva York…
…Como es natural, ella no decía “me quiere”, sino “M’ama!, pues una inalterable y jamás cuestionada ley del mundo musical exigía que el texto alemán de las óperas francesas, cantadas por artistas suecas, se tradujera al italiano para la mejor comprensión de públicos de habla inglesa.

domingo, 2 de septiembre de 2018

Ritos de Muerte – Alicia Giménez Bartlett



El primero de la serie de Petra Delicado y Fermín Garzón y es aquí donde Petra se convierte en detective, es aquí donde Garzón llega a esta comisaría y tiene que trabajar junto a Petra, una inspectora inexperta que será su jefa en un caso de violación.
Años 90, Petra acaba de salir de uno de sus matrimonios, quiere dar un giro a su vida y ese giro, en lo laboral, llega con la falta de personal: Alguien tiene que llevar el caso de esa joven que ha sido violada y marcada en el brazo.
He disfrutado mucho acompañando a esta pareja de policías cuando todavía solo existía una relación circunstancial y posiblemente temporal, esta pareja que ha investigado crímenes “para mí” sin necesidad de tecnología de última generación. Y así es en esta ocasión, patear, discutir, seguir distintas pistas, pensar que se tiene la solución y estar totalmente equivocado y, todo lo contrario, que solo un pequeño detalle es suficiente para desentrañarlo todo.
Alicia Giménez Bartlett se anticipa a nuestra sociedad actual con este caso, un caso donde la prensa juega un papel fundamental, la pequeña pantalla todavía, estamos en los años 90, exprime esta historia, una historia mediática donde todo el mundo tiene una opinión.
Así nos presenta Alicia Giménez Bartlett a Petra Delicado. Y así llegará a ser Petra, una mujer que no pasa desapercibida y de la que es fácil pensar que no sabe lo que lleva entre manos, con unos métodos cuánto menos, diferentes.
La resolución del caso se hace lento a veces, vueltas y vueltas que no parecen llevar a ningún sitio, aunque lo que gana y por goleada es acompañar a esta pareja mientras se van conociendo, tan diferentes en la forma de ser, en la de pensar en su historia y como cada uno va encontrando lo mejor del otro, como la relación evoluciona hacia el respeto y la amistad.