Un cuento de Wells, me llamó la atención cuando me lo ofrecieron a leer. De Wells me gustó tanto El hombre invisible, La máquina del tiempo… Y recientemente he disfrutado mucho también con los mapas de Félix J. Palma en su trilogía victoriana.
Aquí Wells nos hace reflexionar una vez más y nos lleva a un lugar donde en generaciones anteriores se perdió la visión y ya nadie recuerda lo que es. Un mundo aislado que vive en este, su mundo conocido sin ninguna necesidad de este sentido tan importante para la mayoría de nosotros. Y de nuevo el lenguaje, palabras que ya no son necesarias, aquellas que se refieren a todo lo que vemos. Palabras nuevas: otros sentidos que se desarrollan, que necesitan nuevas realidades. Y alguien que llega, alguien con el sentido de la vista en perfectas condiciones, que piensa que puede ser el rey de los ciegos, que tiene ventaja, que será fácil. Y, sin embargo, la compasión por el diferente, en el país de los ciegos es el que utiliza la vista el que tiene más limitaciones, un país adaptado a otros sentidos, sentidos que apenas tenemos desarrollados. ¿Dónde queda la discapacidad entonces? Y el extranjero intenta adaptar el nuevo mundo a él, conceptos que nadie entiende, intenta adaptarse él al nuevo mundo, una propuesta igualitaria, la más dura de las propuestas…
Así Wells nos muestra de forma magistral como adaptamos el mundo, como las referencias cambian, como lo habitual puede ser tan poco habitual para otros, lo poco dispuestos que estamos a entender lo diferente, cualquiera de nosotros. Un cuento que nos hará reflexionar sobre unos cimientos que pueden llegar a tambalearse.
Así Wells nos muestra de forma magistral como adaptamos el mundo, como las referencias cambian, como lo habitual puede ser tan poco habitual para otros, lo poco dispuestos que estamos a entender lo diferente, cualquiera de nosotros. Un cuento que nos hará reflexionar sobre unos cimientos que pueden llegar a tambalearse.
“Y Núñez se encontró a sí mismo intentando explicar el ancho mundo del que había caído, el cielo y las montañas, la visión y otros prodigios como aquellos … Y ellos se negaron a creer o a entender nada de lo que les dijo … Ni siquiera comprendieron muchas de sus palabras. Durante catorce generaciones, aquella gente había estado ciega y aislada del mundo de los videntes. Los nombres de las cosas alusivas a la visión se habían olvidado y habían cambiado.”