Hay, al menos, dos tipos de libros para el
verano: libros ligeros, de fácil lectura, otros, que son de cualquier época,
pero que en verano, por tener más tiempo, yo puedo disfrutar más y leer durante
horas como se merecen, éste forma parte del segundo tipo. El libro lo conocí en
la Biblioteca
Básica, un programa de RNE, donde, además de otros comentarios, leyeron los
primeros párrafos
«Hay
momentos en la vida en los que la única manera de salvarse a uno mismo es
muriendo o matando.» Aquella frase de Mohamed Ziad la había atormentado desde
el mismo instante en que la había escuchado de labios de su hijo Wädi Ziad. No
podía dejar de pensar en aquellas palabras mientras conducía bajo un sol
implacable que doraba las piedras del camino. El mismo color dorado de las
casas que se apiñaban en la nueva ciudad de Jerusalén construidas con esas
piedras engañosamente suaves, pero duras como las rocas de las canteras de
donde habían sido arrancadas.
Conducía
despacio dejando que su mirada vagara por el horizonte donde las montañas de
Judea se le antojaban cercanas.
Sí, iba
despacio aunque tenía prisa; sin embargo, necesitaba saborear aquellos
instantes de silencio para evitar que las emociones la dominaran.
Dos horas antes
no sabía que iba a emprender el camino que la llevaría hacia su destino.
Y estas palabras picaron mi curiosidad. Un
libro de 900 páginas que nos cuenta la vida de Samuel Zucker desde su más
tierna infancia, cuando nos habla de su padre, hasta una época bastante
reciente y que, por desgracia, sigue de actualidad, el conflicto árabe-judío en
Palestina. Un libro con el que recorremos casi un siglo de historia, conocemos
parte de la historia de Europa, aquella que está muy relacionada con la
persecución de los judíos, el pogromo por la muerte de Alejandro II,
Las autoridades
aseguran que han sido acciones llevadas a cabo por buenos ciudadanos que han
dado rienda suelta a su dolor por la muerte del zar
las acciones de la Ojrana, la
policía secreta del zar, ante los grupos que se organizaban para cambiar la
situación de Rusia, el sueño de un pueblo, “El año que viene en Jerusalén”, un lugar donde empezar de cero pero con
una historia colectiva, la convivencia entre árabes y judíos en la misma
tierra, un transfondo político que no permite que esta convivencia transcurra
en paz, la locura de la segunda guerra mundial, y de nuevo algo por lo que
luchar, esta vez desde París, una nueva generación, y sobre todo, a lo largo de
todo el libro, amistades que perduran ante cualquier situación, una amistad de
varias generaciones, una amistad que puede llegar a romperse por una situación
política que no permite que el sentido común esté por encima de la lucha por los
derechos por una tierra que no se quieren compartir.
Un libro que te lleva por la historia, que
habla de política, con el que he aprendido mucho, pero sobre todo un libro que habla de la amistad, de lo que
hace que crezca y de lo que la pone en peligro, pero lo más importante, de cómo
puede perdurar en el tiempo.
La realidad no es más que el reflejo
de las acciones de los hombres, de manera que la realidad se puede cambiar.
Con este libro participo en leer, al menos,
un “tocho” en este verano de Con un libro
a cualquier parte