Despedimos el curso del club de lectura Escuela de Mandarines con Mercè Rodoreda en La plaza del Diamante, una novela clásica donde Natalia, difícil recordar que este es su nombre, nos cuenta su vida.
La Julieta vino expresamente a la pastelería para decirme que, antes de rifar el ramo, rifarían cafeteras; que ella ya las había visto: preciosas, blancas, con una naranja pintada, cortada por la mitad enseñando los gajos. Yo no tenía ganas de ir a bailar, ni tenía ganas de salir, porque me había pasado el día despachando dulces, y las puntas de los dedos me dolían de tanto apretar cordeles dorados y de tanto hacer nudos y lazadas. Y porque conocía a la Julieta, que no tenía miedo a trasnochar y que igual le daba dormir que no dormir. Pero me hizo acompañarla quieras que no, porque yo era así, que sufría si alguien me pedía algo y tenía que decirle que no.
El día que conoció al Quimet comienza esta historia, comienza la historia de Colometa, y desde ahí todo será una avalancha sobre la que podrá tomar pocas decisiones. Entrelazamos con su vida la historia de un país, de un momento histórico donde tantos poco más pueden hacer que seguir adelante. Y ¡qué importante el nombre! Un nombre nuevo, una vida nueva para esta protagonista que nos contará lo que el Quimet quiso tener, esa mujer que cuidaba de sus palomas, uf las palomas ¡qué significativas en esta historia!, de sus hijos, de su casa, que ahí estaba siempre, aunque el Quimet no estuviera a menudo. Y Natalia, que ahí seguía escondida esperando tener la oportunidad de ser simplemente Natalia.
Mercè Rodoreda nos cuenta esta historia desde Ginebra, unos 30 años después del momento que refleja su inicio, quizás ya con la perspectiva suficiente para, con la serenidad que puede dar el paso del tiempo, traernos la vida en los años que rodearon a esa guerra civil que tanto deberíamos conocer ya. Y nosotros lo leemos ahora, ahora que ha pasado tanto y tan poco tiempo a la vez, con unos cambios en la sociedad que hacen difícil ponerse en la piel de aquel momento y ver con los ojos de entonces la vida de Colometa, de esta protagonista a la que es difícil no querer, y de todos aquellos que están a su alrededor, el Mateu, la señora Enriqueta, el Antoni, el Toni, la Sara… ¿Leemos o escuchamos? Escuchamos porque la lectura se transforma en una historia contada para ti, contada por Colometa tranquilamente, a la sombra, una larga tarde de verano.
Y sentí intensamente el paso del tiempo. No el tiempo de las nubes y del sol y de la lluvia ni del paso de las estrellas adorno de la noche, no el tiempo de las primaveras dentro del tiempo de las primaveras, no el tiempo de los otoños dentro del tiempo de los otoños, no el que pone las hojas a las ramas o el que las arranca, no el que riza y desriza y colora a las flores, sino el tiempo dentro de mí, el tiempo que no se ve y nos va amasando. El que rueda y rueda dentro del corazón y le hace rodar con él y nos va cambiando por dentro y por fuera y poco a poco nos va haciendo tal como seremos el último día.