Un libro que esperaba con mucha
ilusión, un libro que no sabía si leer, un libro para el que tenía muchas
expectativas y miedo a que no se vieran cumplidas, un libro con el que he
disfrutado a lo largo de sus más de 500 páginas, con su historia, que ha ido
llegando de una forma pausada pero siempre con la necesidad de conocer un poco
más.
Una casa que guarda entre sus paredes la historia de una
familia destrozada por el secuestro de un hijo. La historia de aquella niña que
perdió todo lo que más deseaba por ser contadora de historias, por imaginar una
gran novela que se hizo realidad. Y una hija abandonada por su madre que lleva
a Sadie a acercarse a esta casa, la casa que espera paciente a aquellos a los
que pertenece.
He disfrutado muchísimo por los
paisajes de Cornualles, por la historia de nuestra vieja Europa, por aquello
que dejó esa Primera Guerra Mundial de la que estamos embarcados en su primer
centenario y, sobre todo, por esa forma de contar que tiene Kate Morton, de
presentarnos una historia vista desde cada uno de los personajes, de cómo cada
uno de ellos interpreta aquello que ocurrió desde su propia perspectiva, como
no podía ser de otra forma. Y quizás en esta novela más que en otras, de las
implicaciones de las decisiones tomadas, decisiones que se tomaron sin tener
toda la información disponible, como siempre pasa.
Y si, he disfrutado con este
libro, y mucho, pero nada comparable a aquel final redondo de El cumpleaños secreto, quizás la parte algo floja de esta novela: un final apresurado para
una novela entrañable.
De la misma autora en este blog: El cumpleaños secreto
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