Coincido en Te Leeré Miércoles y en Escuela de Mandarines con Hamnet, con Agnes, con la historia de alguien con una gran sensibilidad que tiene que vivir en sociedad, una sensibilidad que hace que desarrolle capacidades que pocos llegamos a despertar, conocimientos sobre el entorno, sobre las propiedades de las plantas, que se convertirá en una bendición y en una maldición.
Una historia contada con numerosas visitas al pasado que nos lleva a conocer a los personajes, saltos que, en ocasiones, nos pueden hacer perdernos sobre el discurrir de la historia, solo al principio. Una vez que el lector conoce la estructura del libro, está esperando esas historias que parecen contadas al amor de la lumbre, esas historias que se nos cuentan como espectadores privilegiados, el pasado en un presente ya extraordinario. Una historia que nos relata la realidad del siglo XVI, la realidad de aquellos que eran distintos. La peste que llega a casa, a la casa de aquella que es capaz de curar, de dar alivio a los demás.
-Deberías abstenerte de ir a sitios así – le dice, cerca ya del mercado. Ella se estira las mangas pero no contesta -. No es bueno – insiste él, aunque sabe de sobra que es malgastar el aliento -. Piensa en tu propia salud.
-Se está muriendo, Bartholomew – responde ella con sencillez -. No tiene a nadie. Su mujer y sus hijos… han muerto todos.
-¿Por qué intentas curarlo, si se está muriendo?
-No es eso. – Le brillan los ojos cuando lo mira -. Solo lo ayudo en el trance, le quito el dolor. ¿Acaso no lo merecemos todos en la hora de la muerte?
La familia, una madre que murió en un parto, el padre que deja una nueva familia, tan distinta a la que Agnes añora, un hermano que forma parte de esta realidad sin, a la vez, dejar escapar aquella otra, un marido también atrapado en esta realidad que necesita sus propias alas y, sin embargo, tan unido al hogar, un hogar que Agnes forma con el único que tiene una sensibilidad diferente, como ella, en este siglo XVI donde la supervivencia deja poco espacio. Los mellizos, Susanna, una familia política, Stratford…
Maggie O'Farrell nos relata con un lenguaje envolvente, con detalles que nos hablan de sentimientos, la historia de una familia poco tradicional, esas historias que no trascienden fuera del hogar, las historias que llegan a lo más profundo de cada uno sin grandes algarabías y, aquellas que tan frecuentes eran en una época donde quedaba tanto por conocer, donde los seres queridos marchaban antes de tiempo. Aquellas que hoy se repiten en escenarios distintos.