Llega el verano y
vuelve Guido Brunetti a mis lecturas.
Así empezaba una reseña anterior de un libro de la serie y así vuelve a suceder
un verano más. En esta ocasión Amigos en
las altas esferas. Inicia la novela con un problema administrativo
relacionado con el apartamento de Guido y Paola. Rossi, un funcionario del Ufficio Catasto, visita el apartamento
un sábado recordando una carta que informaba de problemas administrativos y que
quedó olvidada. Y de Rossi no se sabe nada más hasta que un día llama a
Brunetti a la oficina, una llamada que queda en espera y que nunca sabremos lo
que quería contarle. El funcionario del Ufficio
Catasto aparece muerto al caerse de un andamio en un edificio abandonado.
Y esta entrega estará también
presente la droga en Venecia y alrededores: tráfico y muerte por sobredosis.
Tramas que se entremezclan presentando una crítica importante a la forma de ser
veneciana, posiblemente a la forma de ser italiana en general. La forma de abordar
un problema legal, puesta de manifiesto una vez más por Donna Leon en sus
novelas, escritora que reside en Venecia desde hace varias décadas y para la
que, imagino, supuso un choque cultural la Venecia donde vive con su New Yersey
natal, aunque habiendo viajado y residido en tantos países y tan dispares:
China, Irán…, ese choque cultural que yo quiero ver reflejado en sus novelas
sea posiblemente una impresión mía.
No tengo claro que la serie de
Guido Brunetti pueda denominarse novela negra, quizás esta entrega la que menos
de la serie. Quizás por ello disfruto tanto con ella, es cierto que hay
asesinatos, es cierto que hay intriga y corrupción, bastante corrupción, pero
también es cierto que la comida, la buena comida es una de las protagonistas de
cada una de las novelas, difícil de encontrar en la novela negra más al uso,
donde el protagonista siempre come de cualquier manera, sin horarios, sin
familia estructurada… Simplemente pasando las páginas de una forma rápida es
fácil encontrarse con referencias como
-Lo mejor que puede hacerse con los guisantes tempranos es un buen “risotto”, ¿no?
Paola había ido al mercado del Rialto, a comprar cangrejos.
Ver a sus hijos enrollar en el tenedor las “parppadelle” recién hechas, le infundía una irracional sensación de seguridad y bienestar, y también él empezó a comer con buen apetito. Paola se había tomado la molestia de asar y pelar los pimientos, y la salsa estaba cremosa y dulce, como a él le gustaba. Las salchichas contenían granos de pimienta roja y blanca hundidos en la suave masa del relleno, como cargas de profundidad del sabor, preparadas para hacer explosión al primer mordisco, y Gianni, el carnicero, tampoco había sido avaro con el ajo.
Y luego queda la lectura de los
clásicos:
…el último párrafo del octavo capítulo de la Anábasis, porque quería averiguar qué nuevos desastres aguardaban a los griegos en su retirada.
Es
una de las novelas de la serie con la que más he disfrutado, quizás porque el
desarrollo ha sido menos estándar, quizás porque no tengo claro que se haya
resuelto el crimen presente en esta novela, quizás porque se ha presentado
crímenes diarios a los que se les da cierta normalidad. Una agradable lectura
siempre recomendable.
De
la misma autora en este blog:
Me gusta mucho, muchísimo, esta autora. Soy uno de los enamorados de Venecia y la entiendo porque a veces me sorprendo odiando lo que yo mismo soy: un turista en un parque temático a pleno rendimiento.
ResponderEliminarDe Donna Leon lo he leído todo, salvo el último libro. He de decir que los primeros me gustaron muchísimo más que la última media docena. Tengo la impresión de que ha puesto el piloto automático. Sin embargo, en éste que comentas está lo mejor de ella: un caso detectivesco que nos permite enfrentarnos con una sociedad corrupta en la que el poder nunca ha cedido, sólo se ha mimetizado. Un placer.
Coincido contigo, para mi uno de los mejores. Aunque todavía me quedan muchos por leer. Eso sí, no me das buenas noticias con lo de que no mejora como el vino :)
EliminarSaludos Atticus.