Hace veinte años, una Nochebuena, mi mejor amigo mató a su hermana y se tiró por un barranco.
Así comienza el libro que me ha acompañado durante esta Navidad. Una lectura envolvente que me ha tenido enganchada a sus páginas. La novela presenta capítulos alternantes, unos donde el autor, 20 años después de aquel trágico suceso, nos narra la búsqueda de los recuerdos de aquellos días, como vuelve a esa vida que dejó atrás, como aquellos que poblaron sus años de adolescencia se hacen presentes de nuevo. Otros capítulos nos llevan a un presente de hace 20 años, a unos pocos días que se inician con “Han matado a mi Rosi y se han llevado a mi Nicolás”, las pocas horas que transcurren y la multitud de sentimientos, de hipótesis, de dudas, de recuerdos.
Una novela que me ha parecido novedosa por su forma de narrar estos hechos, una novela donde vemos un giro de protagonistas, de unos hechos a los sentimientos que surgen de aquellos hechos. Una novela que permite al autor reabrir una herida que cerró rápido pero que quizás no cerró bien. Una herida que ahora puede curar, una herida que quizás era mejor no haber reabierto para tantos. Una novela que nos presenta como las personas que nos rodean pueden ser unos grandes desconocidos para nosotros, como podemos seguir siendo amigos de alguien que nos sorprende y no para bien, como podemos no traicionar a ese amigo sin que hallamos llegado a entender como pudo tomar una decisión. Una novela que nos muestra cómo podemos llegar a conocer a alguien mejor cuando ya no está, como nos llegamos a olvidar del dolor de los demás, como cualquier cosa que hagamos impacta en los otros.
Una novela que nos presenta la evolución de una sociedad de los últimos 20 años, una evolución de la que no nos damos cuenta por estar inmersos en ella pero que hechos puntuales a los que volvemos nos permiten ser conscientes del paso del tiempo. Una evolución que está en nosotros, que tiene distinto ritmo.
Una novela donde acompañamos al autor a esa adolescencia que quedó atrás quizás una Nochebuena, quizás el día que dejó atrás la huerta de Murcia, unos pocos kilómetros que llevan a una gran distancia. Acompañamos también a ese adulto que es ahora, a ese adulto que conversa con sus otros yo, que conversa con aquellos que le permiten ver las caras de un poliedro infinito. Un título muy bien elegido.
Qué buena lectura para terminar el año. Y cómo atrapa. Es una novela con mucha miga. Lo que más me impresionó al leerla es cómo el autor ficciona un acontecimiento real que vivió muy de cerca reabriendo esa caja de de los truenos que a veces es el pasado, y cómo relata las dudas que le asaltan al enfrentarse a esa tarea. Sin duda es una novela extraordinaria. Y Miguel Ángel Hernandez un autor al que no hay que perder de vista.
ResponderEliminarUn abrazo Ana.
Totalmente de acuerdo contigo. Ha sido una lectura fantástica. Me ha gustado mucho la forma de ir añadiendo información al lector. Me ha gustado mucho también la forma de tratar a su amigo en la obra.Un autor que acabo de conocer pero que no perderé de vista efectivamente. Un abrazo JCarlos.
EliminarPues me parece súper interesante, no lo conocía y creo que podría gustarme =)
ResponderEliminarBesotes
Si que es interesante. Un acercamiento a un trágico suceso que constituyó el paso de la adolescencia a la madurez. O quizás ha sido este libro el que ha supuesto realmente ese paso a la madurez. Y un bonito homenaje a la amistad, una amistad no solo para los buenos momentos. Besos.
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