Un autor japonés llega de nuevo a Cuéntame…, de la mano del club Escuela de Mandarines, esta vez. Leo ahora un autor que fue nominado al
Nobel cuando recientemente otro autor de origen japonés ha sido galardonado con
este premio.
Un libro de
contenido autobiográfico escrito por un joven de 24 años en el Japón de finales
de los 40, un Japón que acaba de vivir la Segunda Guerra Mundial, un joven que
no encaja en la sociedad japonesa de ese momento.
Mishima relata de
forma detallada estos primeros años de su vida, una vida marcada por su
carácter enfermizo y por una protección poco habitual, especialmente protegido
por su abuela. Un carácter enfermizo que se vio reforzado en el examen médico
previo a su incorporación a filas lo que hizo que trabajara en un almacén
militar y no como piloto durante este periodo.
Nos trasmite el
contenido de sus pensamientos desde su más tierna infancia, los pensamientos a
los que le llevan las relaciones familiares y con sus compañeros de clase, como
se siente atraído por otros y las imágenes de muerte y sangre que son
protagonistas en su imaginación, lo poco que comparte con los demás.
Y como a la mitad
del libro, el relato da un giro, nos cuenta ahora como conoce, un día que va a
visitar a este amigo a su casa, a la hermana de este, la relación que establece
con ella, con su familia, mientras su amigo está en el frente, las
contradicciones a las que se enfrenta, lo que se espera de él y como va siendo
consecuente consigo mismo. Y este personaje: Sonoko, la hermana, protagonista
secundaria, un personaje que da el contrapunto, tantos matices que nos presenta
Yukio de sí mismo, tan pocos de ella, tan pocos del resto.
Un autor joven que
transmite de forma sorprendente esa etapa de la vida con tantas incógnitas e
incongruencias que tanto influye en la etapa adulta de cada uno, más aún cuando
no sigues los cánones establecidos.
Un libro difícil de
leer para mí, en muchas ocasiones estuve a punto de dejar esta historia entre
las pendientes de leer. Sin embargo, continué y finalmente lo disfruté, aunque no
tanto como otros libros de autores japoneses. No descarto darle otra oportunidad
más adelante, más aún cuanto que fue tan prolífico. Quizás algún día llegue a pensar
como Yasunari Kawabata, ganador del Nobel de Literatura, que dijo: “Un genio
literario como el suyo lo produce la humanidad sólo cada dos o tres siglos.
Tiene un don casi milagroso para las palabras”.
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