domingo, 5 de julio de 2020

Mi madre – Richard Ford


Tenía muchas ganas de leer este libro desde que lo vi en el blog Libros en estéreo. Con él he inaugurado esta nueva etapa de mi pasión por las bibliotecas. Lo primero que me sorprendió fue encontrarme el formato estándar de Anagrama en tapa dura y a ello siguió su tamaño, un libro que no llega ni a las 100 páginas. 80 páginas que leí en un suspiro, una historia que no me defraudó, una historia madre-hijo poco al uso. Y una historia poco habitual en la literatura, una historia llena de lagunas de memoria, como la vida misma, que nos trae hechos y nos trae sentimientos que se adivinan entre las líneas de este libro. Una relación que puede ser como tantas otras y que sin embargo es especial, contada desde el cariño y en un tono intimista
Mi madre se llamaba Edna Akin y nació en 1910, en el lejano rincón noroccidental del estado de Arkansas, Benton County, en un lugar de cuya localización exacta no estoy ni he estado nunca seguro.
Richard Ford nos habla de la historia familiar, de aquello que nunca llegó a saber, una historia familiar que estuvo ahí, que su madre le contaba en ocasiones a retazos y que nunca llegó a conocer completa.

Y nos habla de sus padres, de su existencia antes de llegar él.
Mi madre y mi padre vivían el uno para el otro y al día. En los años treinta, después de casarse, vivían esencialmente en la carretera. Bebían. Lo pasaban bien. Les parecía que no tenían gran cosa que rememorar, y no miraban atrás.
 Mi madre únicamente se refería a esa etapa para decir que juntos se habían “divertido” –era la palabra que utilizaba- y habían comenzado a pensar que no podrían tener hijos. Nada de hijos. Ni siquiera sé si eso les importaba mucho. Su estilo no era el de luchar contra el destino, sino el de aceptar de buen grado la vida.
Y Richard Ford nos sigue hablando de ellos, de como su llegada les cambió la vida, de como hubo que hacer ajustes, y de como se adaptaron también a esta nueva situación.
Ninguno de los dos se planteaba demasiadas cuestiones. No se autoobservaban demasiado. La psicología no era precisamente una ciencia que cultivaran. Descubrieron, si no lo sabían ya, que habían firmado para todo el viaje.
Y hacia la mitad del libro su madre se convierte más en protagonista, y llega el recuerdo de como se dio cuenta de que su madre era alguien más que su madre, y también el recuerdo de aquella mañana de 1960 cuando él tenía 16 años, en la que su padre falleció.
El recuerdo del padre, la adolescencia, la viudez, la vida de una madre que es algo más que una madre…. Son temas que se tratan en las siguientes páginas. La aceptación a una vida que llega así, que podía haber sido de otra forma, que fue de esta.
Pero a mi madre la conocía muy bien. Al menos yo actuaba como si así fuera, y ella también. Ella tenía cincuenta y dos años; yo, dieciocho. Tenía mucha experiencia conmigo, sabía que tipo de muchacho era. Éramos socios en mis líos y en los de ella.
Y la vida sigue pasando y Richard crea una nueva familia y tiene que mudarse y la vida de su madre sigue adelante, con dignidad y llega también la enfermedad.
El resto puede contarse rápidamente. En un día o dos la llevé a Albany. Decía que en mi casa tenía frío, que no podía calentarla, y estaría mejor en la suya. Ésa era nuestra versión aunque en ningún lugar había calor suficiente para calentarla. Estaba pálida. Y cuando la dejé en la puerta de embarque del aeropuerto volvió a llorar, de pie, mirándome mientras me alejaba por el largo corredor y saludando con la mano. Saludé a mi vez de la misma manera. Era la última vez que la vería así. De pie. En el mundo. No lo sabíamos, por supuesto. Pero sabíamos que algo iba a pasar.
Una historia de amor filial sin grandes aspavientos. Una historia en la que Richard Ford ahonda en el conocimiento de sí mismo gracias a la figura de su madre.

10 comentarios:

  1. No conocía el libro, pero puede ser una lectura interesante para intercalar. Un beso.

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    1. Es un libro muy acogedor que se lee en un suspiro. Un abrazo.

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  2. Que historia más conmovedora. 😘

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    1. Si, es un bonito homenaje a su madre, a todas las madres. Y una oportunidad para no dejar de hablar con ellas mientras se está a tiempo. Un beso.

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  3. Ooohh me gusta lo que cuentas! Lo anoto!

    Besotes

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    1. Muchas gracias Shorby. Ha sido una delicia leerlo. También contarlo, al ser tan corto ha sido casi una relectura ;)
      Un abrazo.

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  4. Uff tiene todos los ingredientes para gustarme. Además, al ser tan cortito, si no termino de conectar con la historia, tampoco habré perdido tanto. Gracias por reseña. Besos

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    1. Si, es un pequeño gran descubrimiento. Y con este libro me estreno yo con Richard Ford, creo que repetiré. Un abrazo.

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  5. Antes que nada, gracias por el crédito y el nexo. Me alegra saber que te ha gustado; no siempre ocurre.
    Rescato, como tú, el clima de intimidad que Ford crea con la presencia del lector. Percibes bien su sensibilidad y emoción. Como sabes, no me ha sido fácil leerlo tras la muerte de mi madre, pero me brindó algo de alivio al dolor que conllevaba su duelo. Lo guardo como una buena lectura.
    Nuevamente, gracias por compartirlo.
    Un fuerte abrazo, Ana.

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    1. Un placer haber llegado a esta lectura desde tu blog. Me gustó si. Es peligroso tener las expectativas altas, no siempre se cumplen. Me acaba de pasar con otro libro al que le tenía muchas ganas y que no he disfrutado tanto como esperaba. Con Ford si que fue una bonita experiencia.
      El duelo tiene muchas fases y estas lecturas también ayudan a darnos cuenta de la evolución del mismo, de un proceso que duele pero que debe vivirse. Lo que nos cuentan otros acompaña y si es tan bien contado mucho mejor.
      Un abrazo grande Marcelo.

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