domingo, 21 de octubre de 2018

La edad de hierro – JM Coetzee


Otro autor que me descubre el club de lectura Escuela de Mandarines, en esta ocasión un Premio Nobel al que volveré. La edad de hierro, una novela que habla del Apartheid, una novela que habla de relaciones personales, una novela que habla de como cada uno podemos enfrentarnos a los momentos importantes de nuestra vida. ¿La escritura como terapia?

¿A quién le escribo entonces? La respuesta: a ti pero no a ti. A mí. A ti en mí.   

Una larga carta de una madre desde Sudáfrica a una hija en Estados Unidos. Una madre que tiene cáncer, del que apenas ha contado nada a esa hija que ha huido del Apartheid, a una hija que no quiere volver, una madre que no quiere que vuelva.

-Dígaselo ahora mismo. Telefonéela a América. Dígale que la necesita aquí.
-No.
-Entonces no se lo diga después, cuando sea demasiado tarde. Ella no la perdonará.

El Apartheid contado con toda su crudeza y, sin embargo, con elegancia. Contado desde la experiencia de una mujer blanca, la señora Curren, de una mujer blanca que no lo vive como propio. Esta madre que se queda en un país en uno de los peores momentos de su existencia, esta madre que cuenta a su hija, que se cuenta a sí misma, lo que está pasando en el país, lo que le está pasando a ella, como convive con el cáncer mientras también se desmorona todo a su alrededor.
Y una novela que nos transmite la fuerza de apostar por los demás, incluso por desconocidos, incluso por aquellos que no nos caen bien.

No me gustaba ese chico. No me gusta. Busco en mi corazón y no encuentro un asomo de sentimientos por él. Así como hay gente hacia la que uno siente un cariño espontáneo, hay otra hacia la que uno siente frío desde el principio.

Muy llamativa la relación con Vercuil, un vagabundo que llega a instalarse en su callejón, cómo evoluciona y sobre todo como esta protagonista incansable nos muestra que las relaciones personales pueden ser muy distintas a las que podríamos pensar en un primer momento.

-No es un vagabundo -le he dicho-. Es un hombre que trabaja para mí.

Hay que invertir esfuerzo en ellas, un esfuerzo que merece la pena.

Pronto voy a liberarte de esta soga de palabras. No hace falta que lo sientas por mí. Pero dedica un pensamiento a ese hombre que dejo atrás y que no sabe nadar, pero tampoco sabe volar.

Esfuerzo también en aquellas relaciones que damos por inmutables, que pensamos que siempre van a estar ahí.

Voy a dejar de contestar el teléfono. No hay nadie con quien esté lista para hablar salvo contigo y con el hombre gordo de la fotografía, el hombre gordo que está en el cielo. Y creo ninguno de vosotros va a llamar.
Una novela que requiere de una segunda, tercera lectura, son tantas las sensaciones que transmite, que una única lectura queda corta para captar aquel momento en la vida de un país, cada momento en la vida de una persona.

domingo, 7 de octubre de 2018

Un millón de gotas – Víctor del Árbol

Vuelvo a Víctor del Árbol después de asistir a una jornada literaria en la que él participaba. Después de escucharlo y de que una amiga me regalara este libro me he decidido a conocer un poco más a este autor. Había leído La víspera de casi todo y tenía el recuerdo de una historia sombría y que dejaba un nudo en el estómago. Y ¿qué ha pasado con Un millón de gotas?  Pues prácticamente lo mismo. En aquella jornada, no recuerdo si fue él o algún asistente, se comentó que se lo hacía pasar muy mal a los personajes. Acertadamente alguien replicó “y a los lectores también”.
En Un millón de gotas tenemos numerosas historias que se entrelazan, historias que se convierten en la misma, presente y un pasado lejano que lleva a este presente, protagonistas que vamos descubriendo, que se conocen, que ya conocemos cuando aparecen y muchos años para saber de ellos. Historias de familia que conocen aquellos que son extraños para nosotros y, sin embargo, no nosotros mismos. Todo lo necesario para que un libro enganche.
Un inicio muy llamativo con el que iremos descubriendo con calma, gota a gota, todos los entresijos de la vida de un protagonista como Elías Gil que llena toda la novela. Un protagonista al que conoceremos apenas empezando la Universidad y del que se irá desvelando ese millón de detalles que llevan a cada uno y a los que lo rodean a una vida única. Y otro protagonista indiscutible: Un siglo XX que nos trae toda su crudeza y no tiene compasión, especialmente con Elías.
Un autor al que volveré, aún teniendo el estómago en un puño durante toda la lectura, he disfrutado con esta historia descubriendo como aquellos que están a nuestro alrededor, aquellos que ya no están, tienen un pasado que no conocemos, incluso cuando ese pasado fue compartido en el tiempo. Y esa Matrioska, protagonista, como esa trama que esconde al responsable de todo, como ese millón de vericuetos que tiene esta historia.
La primera gota es la que empieza a quebrar la piedra.
La primera gota es la que empieza a ser océano.

 De este mismo autor en este blog: La víspera de casi todo.