Al club de lectura Escuela de Mandarines ha llegado una de las
ganadoras del certamen literario El Fungible del Ayuntamiento de Alcobendas, un
certamen que comenzó su andadura con el
objetivo de fomentar la creación literaria, a través del concurso de relatos
y que en 2009 concurre también la novela corta. Un certamen que no tiene detrás
ninguna editorial y que pone a disposición de todo el público todas las obras
ganadoras y también las finalistas.
Final con piezas menores es la
novela ganadora en 2014, Fran Béjar nos introduce en el mundo del ajedrez,
llevando a “una ciudad de provincias” a su protagonista, un estudiante
universitario que comienza una afición por este juego de estrategia en su
tiempo libre, tiempo que comparte con amigos también aficionados y que llega a
ser eterno al finalizar la carrera y no tener trabajo. El ajedrez, que se
convierte en una obsesión. Una obsesión no tan fácil de identificar, quizás por
el juego, quizás por Bautista, un jugador de la ciudad que ―Hace muchos años, le hizo tablas a Kasparov― y que pasa su tiempo
sentado en una mesa al fondo de un bar, delante de un tablero de ajedrez.
Pienso en Bautista tal y como lo he visto hoy, sentado ante el tablero de ajedrez, jugando una partida más, frente a treinta y seis trillones, cuatrocientos ochenta y siete billones, seiscientos sesenta y tres millones ciento doce mil ochocientos doce granos de trigo.
Es difícil no hacer el
paralelismo con Novela de ajedrez de Stefan Zweig. Novela, también corta, de la
que disfruté una tarde de verano. Una misma obsesión, motivos, lugares, épocas
distintas. En un caso obsesión a la que se llega para escapar de una tortura
mental y en este caso obsesión que parece llegar a convertirse en tortura.
Y acompañamos al protagonista en
ese momento tan significativo en la vida de una persona: el momento en el que
uno deja de ser estudiante y tiene que buscar la que será su vida “en serio”.
Un momento donde el ajedrez condicionará tanto.
Lo que el trabajo hizo, más que nada, con mi vida, fue arrebatármela.
Es frecuente que el ajedrez sea
un protagonista nada secundario. Apenas se jugar al ajedrez, mínimamente mover
las fichas, es bonito seguir el proceso de aprendizaje de este protagonista sin
nombre, llegar a esa obsesión, sin embargo, no importa dejarlo solo en la
novela.
Un gran descubrimiento el de
esta obra y también el de este autor. Espero leer pronto alguna otra novela
suya.
Hola. No conocía este libro, pero si el de Zweig, que por cierto no he leído. Si dices que se parecen tanto, creo que leería primero el de Zweig. Un saludo.
ResponderEliminarAnímate, los dos son cortos, pero el de Zweig se lee casi en una sentada. Al menos a mí me encantó. Lo disfruté muchísimo. Un beso.
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