Y Kate Morton vuelve
a mis lecturas. En este confinamiento libros que llevaban tiempo en mis
estanterías han aireado sus páginas, libro de Círculo de Lectores al que tanto
echo de menos. Esta autora, una vez más, nos lleva de la mano entre historias
entrelazadas en el tiempo con un punto en común Birchwood Manor, una casa con
vida propia donde los que la habitan son incapaces de olvidarla, por mucho
tiempo que pase.
Al
caminar era consciente de su sentido de pertenencia; de una manera esencial se
sabía parte de la tierra y, con cada paso, se volvía más sólido. Pertenencia.
Kate Morton ha vuelto
a conseguir que esté deseando conocer los entresijos de estos personajes que
seguro que llegarán a sorprendernos. Y nos sorprenden, sobre todo en ese final
pausado, donde todo termina por cobrar sentido. Es de agradecer que dedique
varios capítulos a cerrar todas esas historias que se han ido abriendo a lo
largo de las páginas.
Y un personaje que no
me esperaba, quizás podríamos llamarlo fantasma, quizás espíritu, que apareció
en los primeros capítulos, siempre en Birchwood Manor, con el Támesis, un río
tan inglés, de fondo. Al principio me descolocó, de acuerdo que es ficción, de
acuerdo que se puede contar una historia con cualquier licencia, pero me gusta
cuando se utiliza la realidad para contar esta historia que imaginaba que iba a
leer. Posteriormente, se convirtió en un protagonista más, a veces espíritu, a veces
protagonista de carne y hueso. Un protagonista con tantas caras, tantas como
cualquiera de nosotros podríamos tener ¿tendremos?
La historia comienza
con el descubrimiento de un bolso, un libro de bocetos y una fotografía de hace
algo más de un siglo y desde ahí las posibilidades son infinitas. En esos
bocetos está la casa, la casa del cuento que le contaban a Elodie de pequeña. Y
Elodie empieza a indagar, empieza a preguntar y poco a poco van enlazándose
tantas piezas, la de aquellos que vivieron desde un siglo atrás con sus
historias, sus anhelos, casualidades que no solo nos condicionan a nosotros,
sino a tantos otros, antepasados que ni conocemos que lo fueron. El Azul de
los Radcliffe, que desapareció aquel día, aquel día que aumentó su leyenda.
Un pintor que pierde a su musa, que pierde su inspiración. Y aquella caja de
amuletos que se le da a una niña.
Cuando acabo un libro
donde los detalles son tantos pienso que debería empezar de nuevo, que debe
haber muchos que me he perdido, igual que puede pasar en nuestro día a día,
cuando todo empezaría a tener sentido, pero que pocas veces contamos con la
ayuda de un narrador omnisciente.
De la misma autora en
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