Una novela en forma de diario, un año en la vida de Martín Santomé. Un año, el anterior a su jubilación a los 50 años. Esta forma intimista de contar nos muestra al personaje sin restricciones, nos muestra aquello que solo está dirigido a él mismo, pensamientos, hechos, dudas, deseos… No precisa presentarse pero a través de sus palabras lo hace y no solo a él mismo, sino también a sus hijos, a los tres hijos que quedaron con él tras enviudar cuando era muy joven. Nos presenta a aquellos que trabajan con él en la oficina donde tiene cierto grado de responsabilidad, nos presenta a los que llegan, a aquellos que serán solo un apellido, a aquella cuyo apellido tanto significará. Conocemos a alguien posiblemente anodino que tiene su momento de brillo, un brillo que queda en la intimidad, un brillo apenas compartido con esa hija, ya independiente, con la que ahora puede hablar de todo. Días donde apenas un par de frases son suficientes para contar todo aquello que ocurrió, días donde las palabras parecen no ser suficientes para dejar por escrito aquello que seguro no se olvidará. Nos presenta el dolor en forma de ausencia, esos meses donde no hay nada registrado en el diario. Y el tiempo, tan presente, tan presente en esas fechas que recoge el diario, en el pensamiento de Martín Santomé.
Lunes 11 de febrero
Sólo me faltan seis meses y veintiocho días para estar en condiciones de jubilarme.
Un Mario Benedetti que se disfruta en esta tregua tan bien recibida.